Y con estas pocas fotos les comparto el fin de este viaje... de mi peregrinación como nos dijeron nuestros guías de montaña (más que guías, guardianes para mi -John y Wil-), de mi búsqueda, de mis encuentros. Después de 5 días de caminar kms y kms, pasar por el abra del sagrado Salkantay (conociendo la nieve, la yapa no esperada), subir y bajar montañas... en pleno contacto con la naturaleza, mi cable a tierra siempre, puedo decir que limpié mi alma, cambié energías, cambió mi chip... nuevamente. Pasando del pecho ahogado al llanto y de eso a la risa en carcajada, de la melancolía a la alegría, del frío al calor, del hambre a la plenitud, de la adrenalina de deportes extremos al extremo cansancio... Aprender de esta cultura Inka tan viva, tan real, sentirla cerca, creer y vivirla. Aprender de mis 9 hermosos compañeros de viaje, sentir esa conexión entre historias que se cruzaron acá, buscando paz como uno... (si habrá historias, si habrá gente con mochilas especiales), aprender a volar al presente... aprender a ser valiente (como dijo la mejor guía de una empresa de viaje que he tenido, Pato!), aprender a valorar y confiar en el amor de los de uno... a cerrar y abrir caminos... y muchas cosas más que me las reservo. ¡Que magia más hermosa! ¡Sulpaiky pachamama, sukpaiky waykis!